diciembre 28, 2008

Enfermedad de los sentimientos II.








¿Qué sucede en las aulas de las escuelas gestionadas con criterios deshumanizantes? ¿Qué sucede cuándo una hipótesis o una postura se transforma en una religión fundamentalista? ¿Qué sucede cuando no nos re-conocemos a nosotros mismos?


Las aulas no son identidades aisladas del entorno, sino que por el contrario, reflejan con gran nitidez lo que acontece en la cultura: su acierto y error, su sabiduría e ignorancia, su bondad y maldad, su identidad y enajenación. Por eso, no es insólito actualmente descubrir en ellas el mal que carcome al sujeto y el entorno contemporáneo: la enfermedad de los sentimientos.

Es evidente ver en algunas aulas el fenómeno de “anestesia de los sentimientos”, no sólo inducido por el consumo de alcohol o drogas, sino también por “teoría fundamentalistas” que no aceptan otras visiones. Este fenómeno explica algunos conflictos que se presentan en la escuela, la familia, el entorno y en los propios actores del sistema educativo.

¿Cuáles son los efectos de la enfermedad de los sentimientos?

Cada día es más innegable lo significativo de las emociones en el aprendizaje, ya en la década del 90 Daniel Goleman nos impactaba con su relato: “La inteligencia Emocional”. Por lo tanto, el mayor daño de la enfermedad de los sentimientos no es la pérdida del pensamiento, sino más bien, la decadencia de la vida emocional y las consecuencias nefastas en la existencia del ser humano. El Dr. Raúl Schilkrut y Maite Armendáriz (2004) mencionan seis etapas del deterioro emocional ocasionado por la adicción química:

1.- Oscilación eufórica con la ingesta: impulsividad y desinhibición.

2.- Anestesia emocional.

3.- Sentimientos negativos: vergüenza, ansiedad, culpa y remordimientos.

4.- Deterioro de autoestima y autoimagen.

5.- Sistema alienante: negación, proyección y alejamiento de la realidad.

6.- Síndromes psicopatológicos: depresión, estados paranoideo e ideas, impulsos o conductas suicidas.



Entonces… ¿Qué es emoción?

Hasta ahora no existe consenso acerca de lo que es una emoción. Unos afirman que es una experiencia personal de placer o dolor. Otros la consideran como una respuesta a eventos que son importantes para las personas. Otros creen que es una disposición a la acción. También la imaginan como estructuras de significados en un evento que afecta a una persona. No obstante lo dicho, utilizaré el concepto de emoción que aporta el Dr. Juan Casassus en: “La educación del ser emocional” (2007), dice: “…las emociones son una energía vital. Esta es un tipo de energía que une los acontecimientos externos con los acontecimientos internos. Por esta cualidad de ligar lo externo con lo interno las emociones están en el centro de la experiencia humana interna y social. Son un modo de relación entre lo interno y lo externo, de internalización y externalización unidos por una energía que es una disposición a actuar.”

¿Por qué lidiar contra la enfermedad?

No pretendo ahora suministrar las innumerables evidencias entre emoción y aprendizaje, entre emoción y desarrollo humano. Exclusivamente señalaré un aspecto: las funciones de los sentimientos en la existencia humana, ellas tienen una importancia vital en la construcción de nuestra “brújula existencial”; los especialistas mencionan cuatro básicas:

a) Vínculo, compromiso y comunicación con el otro.

b) Autoestima – Autoimagen: maduración de la personalidad.

c) Orientación de la realidad: motivación y compromiso.

d) Valores morales y conductas éticas.

¿Qué sucede cuando estamos “enviciados” con la enfermedad de los sentimientos?





septiembre 28, 2008

Enfermedad de los Sentimientos






La experiencia de mi compañera con estudiantes adictos a alcohol y drogas, me hizo reflexionar sobre este flagelo e indagar en respuestas que aporten luz. En este momento, inicio con más dudas que certezas:

¿El docente o la institución educativa están preparados para enfrentar este fenómeno? ¿Cuánto del quehacer pedagógico con estos estudiantes se basa en prejuicios o investigaciones científicas? ¿El sistema educativo debe involucrarse en la rehabilitación o prevención o en ambos actos? ¿Qué consecuencias tiene la adicción a sustancias químicas en la comunidad escolar y familiar? ¿Cómo es el síndrome emocional de la adicción de alcohol y drogas?

Aunque el consumo de sustancias químicas para modificar el estado de ánimo o la percepción de la realidad se ha utilizado en casi todas las culturas. En el último tiempo la oferta y demanda del consumo de alcohol y drogas ha aumentado exponencialmente.

Un rasgo evidente de esta estación es la facilidad de crear entornos corruptos que denigran la esencia del ser y atentan contra la vida humana, sana y feliz. Incluso se ha ocultado de la cotidianeidad, tradicionales arquetipos para introducir otros que responden más a una comunidad consumista e inhumana.

El consumo de alcohol y drogas es una epidemia nefasta de nuestra civilización que no distingue edad, cultura, nivel socioeconómico ni actividad. No obstante, los niños y jóvenes han sido más vulnerables a la influencia putrefacta del consumo de sustancias que aniquilan. Según información de autoridades, el consumo de alcohol y drogas se inicia cada vez más a temprana edad, alrededor de los 11 a 12 años. Por eso, no es extraño que en las aulas existan estudiantes con adicción a sustancias químicas.

Es indudable que el alcohol, la marihuana, la cocaína, algunos medicamentos y otras drogas sintéticas dañan profundamente la esencia del ser humano. Entonces uno se pregunta ¿por qué ocurre?

Entre los innumerables autores que responden la pregunta, quiero mencionar la de Raúl Schilkrut y Maite Armendáriz que hablan de “enfermedad de los sentimientos”, pues me parece una metáfora muy significativa de la condición humana y muy reveladora del ‘estilo’ de existencia actual.

Y para explicar la adicción de alcohol y drogas señalan tres factores que posibilitan esta enfermedad:


1.- Factores de personalidad:

* Predisposición genética.

* Autoimagen alienada.

* Intolerancia a la frustración.

* Desinhibición e impulsividad.

* Debilidad emocional.

2.- Factores familiares:

* Carencias afectivas.

* Autoridad excesivamente permisiva o autoritaria.

* Experiencias traumáticas (muertes, pobreza, otros).

3.- Factores ambientales:

* Fácil acceso al consumo de drogas.

* Consumo de alcohol y drogas en el entorno.

* Presión del grupo de pares.





septiembre 07, 2008

Vulnerabilidad


Nunca antes había percibido tanto dolor, tanta frustración en una compañera de trabajo. Observé que venía cabizbaja, acongojada, angustiada. Me miró con suplica e irritación. No era el momento para hablar con ella, no era el instante para cuestionar o reflexionar. Me di cuenta que sólo necesitaba ser acompañada, escuchada y comprendida.

Jazmín, profesora de lengua inglesa, había tenido un conflicto en la clase.


“En la universidad no me prepararon para esta experiencia, jamás me dijeron que en las aulas tendría adolescentes alcohólicos y drogadictos. Me siento sin fuerzas para continuar, estoy destrozada. Cada vez que voy a la sala de este curso, siento malestares físicos y angustia… pues no sé con qué sorpresa me encontraré.

Estos estudiantes son desafiantes, insensibles e irrespetuosos cuando te declaran: ‘Enséñame si es que puedes’, y peor aún cuando exteriorizan: ‘A ver si logras que aprenda cuando yo no quiero aprender.’ Ya no tengo recursos para motivarlos, si lo único que quieren es vivir en su egocéntrico mundo, en su narcisista existencia. No escuchan a nadie, ni siquiera a ellos mismos. En ocasiones siento ganas de gritarles, zamarrearlos para que despierten y vuelvan a la realidad.

Siento que no tengo apoyo de nadie, ni los padres ni las autoridades se apropian de sus responsabilidades. Este sistema cada vez divulga más derechos y menos deberes para los jóvenes, si hay algunos que se creen con el derecho de mantenerse ignorante y que las clases deben ser light y sin exigencias de ninguna índole…”



Es evidente que la profesora está “dañada”, no quiero explicarla o que alguien eluda su responsabilidad; no obstante, de vez en cuando, la crítica se centra exclusivamente en el profesor como único responsable de la decadencia del sistema escolar sin valorar otras variables pertinentes. Además, debemos reconocer que es más habitual encontrarse en las aulas con estudiantes consumidores de alcohol y drogas. Ni los profesores ni las escuelas están preparados para interactuar con individuos que están evidenciando un deterioro progresivo de sus facultades humanas. Los modelos de aprendizajes educativos no consideran este destinatario.

Esta experiencia me hizo reflexionar sobre el flagelo del consumo de alcohol y drogas en los niños y adolescentes de nuestra cultura.





agosto 17, 2008

Ejercitar la presencia


Es habitual observar como nos perdemos en evocaciones, fantasías, proyecciones, miedos y nos des-conocemos a nosotros mismos y a nuestro entorno. Nuestra condición humana aflora con sus luces y sombras. No obstante, Dejo lo efímero, el espejismo cuando se vivencia la experiencia de “la presencia presente”, aquí y ahora la eternidad.

Las tradiciones recónditas nos ofrecen una poderosa verdad: la presencia en el presente. Dice el rito que de aquel acto proviene la sabiduría y el conocimiento. Sin embargo, la presencia es esquiva en nuestra cotidianidad. ¿Por qué, en el mundo que habitamos, estar presentes es tan simple pero tan difícil a la vez? 

Para estar presentes, las voces apartadas del sueño nos mencionan algunos datos: dividir el día en fracciones y darse cuenta de las actividades diarias que realizamos y, en forma gradual, estar conscientes de cada rutina. Dedicar un momento temprano en el día de vivir el presente antes de cualquier otra cosa, es decir, dejar de lado otras prioridades, pero sin disiparlas. Mientras cambiamos de actividades, conservamos el propósito, por ejemplo, de controlar la imaginación, de estar presente en cada aliento. Utilizar el día como mecanismo para experimentar los esfuerzos de recordarse y no olvidarse. Tratar de estar presente cada vez que escuche, hable, vea. Con el hábito de acrecentar esta clase de vivencia, el “olvido de sí”, se cambia en la sencillez de estar presente. 

Carlos G. Vallés escribe en unos de sus libros el siguiente relato:

“Al entrar Buda en un pueblo en su constante peregrinar en la siembra de la palabra y el ejemplo, un hombre le insultó y arrojó barro a su paso en protesta por su visita a aquel lugar. No a todos agradaban los sermones del peregrino y la renuncia total que la presencia del maestro y sus discípulos hacían palpable sin palabras ante una sociedad esclava de deseos. Y aquel hombre protestó con insultos la llegada del mensajero del desprendimiento.

Al atardecer Buda predicó ante el pueblo y aquel hombre también oyó el sermón. Había acudido para criticarlo e interrumpirlo con su actitud hostil, pero las palabras del maestro le llegaron desde el principio, abrieron sus ojos, cambiaron su corazón y le hicieron ver cuán equivocado estaba en su prejuicio injusto. Lloró de noche y decidió buscar el perdón al día siguiente.

De mañana se presentó al maestro, se identificó como el hombre que le había insultado la víspera y pidió perdón. Buda respondió:

‘Ayer era ayer y hoy es hoy. Aquel a quien tú insultaste era un personaje de ayer, y éste con quien hablas ahora lo es de hoy. El que insultó ayer, era de ayer, y el que pide perdón hoy es de hoy. El ayer pasó, y con él el insulto y quien lo lanzó y quien lo recibió. Hoy tú y yo somos nuevos como nuevo es el sol que acaba de amanecer. No achaques al sol de hoy los calores de ayer. No hay nada que perdonar porque no existe la injuria que habría que perdonar. Déjate ser hombre nuevo, y permíteme a mí serlo también contigo. Acabamos de conocernos. Seamos amigos’. Y un nuevo discípulo se añadió al grupo.”



julio 20, 2008

El Pedagogo de la Incertidumbre II




Segunda Parte


El Pedagogo de la Incertidumbre es aquel que desde la vocación se permite ser libre, creativo, humano, reflexivo, comprometido, inteligente y ético; cedo al impulso de comunicar algunas ideas sobre su actuar pedagógico:

• No impone un camino a seguir, sino despierta en sus aprendices el sendero que cada uno debe eternizar.
• Cree que la dualidad enseñanza-aprendizaje no se da exclusivamente en las aulas, sino que es una capacidad innata que nos acompaña en todo lugar y tiempo.
• No desea responder todas las interrogantes, sino generar en sus aprendices las preguntas certeras para motivar la propia indagación.
• No huye de la inseguridad, sino proporciona libertad y conciencia para construir una verdadera seguridad.
• No acusa al otro, sino que se responsabiliza de su pensar, sentir y actuar; pues comprende que es la senda auténtica del cambio personal y comunitario.
• No sólo indica su disciplina, sino enseña a aprender de cada vivencia ya que más que formar un guía o profesional busca crear personas sabias.
• Rechaza los relatos rígidos, más bien estimula la actitud de crear, relacionar y discernir los innumerables textos que existen en la comunidad de seres vivos.
• Lucha contra la ignorancia y la incapacidad, pues comprende que son lastres en la evolución de la humanidad.
• Sin imponer un modelo de vida, coopera en construir “la brújula” que nos permita interpretar “el mapa de la realidad”.

En las estaciones actuales, la educación ha transitado de lo esotérico a lo exotérico, del monasterio hemos pasado a la urbe; no deseo emitir un juicio de valor sobre el fenómeno, sino más bien asimilar un hecho inevitable en el caminar de la humanidad. No obstante, este suceso nos enfrenta a un cuestionamiento ético: ¿inclusión o exclusión?

Es paradójico descubrir que mientras más “avanzamos”, se revelan más variedades de marginación. Sí, hoy somos muchos más los marginados o marginales.

La sola presencia de alumnos, docentes y padres en las escuelas, no nos habla de inclusión, sino a veces más expresa exclusión. Entre las más frecuentes utilizada en educación están: la de tipo social, económica, la carencia de aprendizaje y la más dramática, la exclusión del “sentido existencial”.

Frente a la disyuntiva, personalmente me inclino más por la inclusión y asumo que el Pedagogo de la Incertidumbre es un ferviente defensor de esta postura. Comparto con otros autores los principios que deben orientar la inclusión:

1.- Equidad: todos están invitados a participar en las aulas: los talentosos y los necios, los con o sin dinero. Los niños o jóvenes actuales ¿son humanos o mutantes? Nuestro destinatario es el “otro”, humano al igual que uno mismo. ¿Se imaginan un sistema de salud que sólo atienda a los sanos? o ¿Qué algunos médicos tomen en cuenta a los enfermos mientras otros se marginan? ¿Es esto un sistema “exitoso”? La inclusión debería representar un indiscutible desafío para todos los docentes y no sólo para aquellos que por vocación o ubicación han optado por el trabajo con los excluidos. ¿Queremos una comunidad con más cárceles o escuelas?

2.- Calidad: el Pedagogo de la Incertidumbre tiene que “atestiguar” el aprendizaje. No se trata de llenar con contenidos a los estudiantes o ser un latero, ni tampoco de prepararlos para “validar pruebas”. La calidad implica un diseño nuevo y novedoso de la gestión pedagógica tanto en lo micro como en lo macro; donde la autonomía, la evaluación, el clima, el trabajo y las redes estén al servicio del aprendizaje. Ante la incertidumbre superemos el impulso reptiliano de huir o luchar; atrevámonos a innovar y aprender de la experiencia, quizás descubramos otras realidades más ventajosas. En respuesta a su circunstancia, cada comunidad, en coordinación con otras, formule sus propios parámetros de mejoramientos. Calidad no es más que cada día “ser más humano”, un re-descubrir la sabiduría y el conocimiento como patrimonio valioso de la humanidad.

3.- Incertidumbre: este principio es quizás el mayor desafío que la educación debe enfrentar. Con equidad y calidad continuamos en los márgenes de lo “cuantitativo”, sólo con el tercer principio conseguiremos dar un paso “cualitativo” que posibilitará un gran salto evolutivo de la humanidad. Hoy tenemos los instrumentos para liquidar todo rastro de vida aquí y en cualquier lugar. ¿Seremos los últimos peregrinos o podremos heredar a otros nuestros aprendizajes, en este sendero que la humanidad ha construido? El “vacío existencial”, la “sociedad de consumo” que hemos erigidos deben ser confrontadas con “conciencia”. No se trata de un adoctrinamiento, sino que apunta a valorar el legado espiritual de la humanidad y construir caminos “humanizantes” para la escenario actual: éticos, trascendentes, tolerantes, ecológicos, etc. Valorar, descubrir y desarrollar la multiplicidad de identidades que se enmarcan dentro de un tejido que se extiende en la humanidad.

El Pedagogo de la Incertidumbre tiene certeza que acrecentando sus talentos, su compromiso, su función protectora y su vocación podrá “incluir” en las aulas no sólo individuos sino también conocimientos, valores y razones existenciales.




julio 06, 2008

El Pedagogo de la Incertidumbre I






Primera Parte.

Quiero central mi texto en un actor fundamental del proceso educativo, sin desmerecer los otros animadores que participan en la educación: el educador/a. Hoy en mi país hay un debate “caliente” acerca del sistema educativo que se desea implementar para las generaciones de ahora y mañana.

Una reflexión ineludible, pocos se atreven a discutir, es señalar la “misión y visión” del docente en la sociedad contemporánea. Como profesor diariamente convivo con alumnos en las aulas… me he preguntado varias veces: ¿para qué existo ahora? ¿Cómo soy como educador? ¿Por qué estoy en esta aula? ¿Qué significado tiene el otro? Por eso, urge reflexionar y responder:

¿De cuántas cosas el educador/a y las organizaciones educativas no se responsabilizan porque no saben, no pueden, no quieren o no les corresponde hacerse cargos?

Somos parte de esta estación; vivimos una época inestable, veloz, incierta, con descomunales cambios y con un asombroso descuido existencial, que una de sus señas es la fragmentación de las diversas instituciones culturales (familia, escuela, poderes públicos, instituciones, etc.). Lo anterior ha negado al educador que sea el necesario relato y refugio de sus estudiantes, y muchos de los hechos que confrontamos no son sino presagios de este “vacío existencial” que nos custodia en nuestro tiempo.

Los seres humanos necesitamos hábitat de amparo y regazo para poder ascender, que nos permitan construirnos como seres y, además, posibilitar valores, formular las preguntas vitales de toda existencia, habilitar la socialización y las identificaciones personales y culturales.

Las aulas modernas no tienen el destinatario de antaño, un nuevo perfil surge, algunos autores hablan de generación X y generación Y. Son individuos que se enfrentan a una realidad confusa e individualista, viven en casas vacías, con padres ausentes, expuestos a una amplia información, dependiente de los medios, su pensamiento se desarrolló con el “zapping”, con una actitud ociosa y un extenso tiempo disponible para satisfacer sus placeres.

El estudiante, las aulas y el docente son inciertos en estos momentos. Es trascendental que el profesor tenga una postura creativa, humana y vital ante esta situación:

Cómo responde el educador cuando su destinatario es:

• un muchacho que ejecuta o sufre “grooming”,
• un estudiante que se droga,
• una niña embarazada,
• un niño que ha abandonado a su familia para vivir en una “tribu urbana”,
• un adolescente que se descontrola los fines de semana,
• un joven que prefiere exclusivamente una fiesta a cualquier propuesta formativa,
• un estudiante que se interesa más por los grupos de música que por cultivar las letras o las ciencias.
¿Si los acontecimientos corren velozmente sin que lo podamos digerirlos?
¿Si cualquier medio es lícito para conseguir lo que se desea?
• ¿Si la comunicación preferida son los mensajes de texto de celulares, el chat y el correo electrónico?

¿Si la forma de acceder a la realidad es a través de la “tecnofilia”?

En nuestros días, la vida no está en las aulas, sino en otros fragmentos; actualmente existen otros agentes y formas de enseñar que se suman o compiten con el educador. El profesor/a enseña, pero no lo enseña todo; sin él también se aprende.

Si somos honestos, tendremos que reconocer en nuestros días que el educador/a no es garantía de nada, e incluso, puede ser un factor inhibidor del crecimiento personal y social del alumno/a.

Una dificultad evidente y radical es que el pedagogo no puede enseñar lo que nunca aprendió. No sabe porque no aprende. Hay aspectos de la realidad que el educador/a solamente puede limitarse a enunciarlas.

En otras estaciones, de alguna manera los educadores establecían un vínculo necesario y obligado con el mundo de la cultura, del saber, del conocimiento, en definitiva, con el mundo de la vida. Con injusticia o justamente, un hecho bastante trágico es que los educadores hemos perdido la autoridad social de legitimar la enseñanza necesaria, transformándose esto en un hecho significativo y determinante de la educación de la época actual.

Es perentorio lograr cambios que no sólo se queden en los planes y programas, sino que produzcan transformaciones en nosotros mismos como maestros y, sólo así, se dará el primer paso para aulas educativas diferentes. Estos cambios implican nuevos paradigmas que se traducen en crear nuevas prácticas y compromisos, nuevas formas de relacionarse y pensar, otra gestión de la enseñanza y del aprendizaje, otra convivencia que supere lo arbitrario o lo históricamente establecido.

No hay enseñanza posible si el educador no cree que:

• “el otro” puede mejorar y cambiar,
• el mundo puede ser más habitable y humano,
• cada uno de nosotros es digno y puede ser amante del prójimo.

Hoy urge un tipo de educador que se enfrente a la incertidumbre; que ofrezca no sólo su disciplina, sino también una formación en la sabiduría de vivir, que sea un gestor de diseños de aprendizajes.




junio 17, 2008

“No hay ninguna probabilidad de que deje de filosofar, de exhortaros, de enseñar siempre…”








En este instante, Sócrates nos dice:

“…, si me dijerais: “Mira, Sócrates, ahora no vamos a creer a Anito, sino que te dejaremos libre bajo la condición de que no sigas ocupándote de exámenes ni de filosofía. Si eres sorprendido haciéndolo, morirás”. Ahora bien, si, como dije, me dejarais libre bajo estas condiciones, yo os diría: “Señores atenienses, yo tengo por vosotros toda suerte de respeto y de afecto, pero obedeceré al dios antes que a vosotros, y mientras tenga aliento y pueda hacerlo, no hay ninguna probabilidad de que deje de filosofar, de exhortaros, de enseñar siempre a todo aquel de vosotros en quien me tropiece", diciendo lo que siempre tuve costumbre de decir: “Oh, tú, el mejor de los hombres, que eres ateniense, de la ciudad más grande por su sabiduría y su magnanimidad, no te avergüenzas de preocuparte de las riquezas para tener la mayor cantidad posible, y de la fama y del poder político; pero de la sabiduría y la verdad, y de tu alma para que sea lo mejor posible, de eso no te preocupas ni te cuidas”. Y, si alguno de vosotros me pone objeciones y dice que se preocupa, no lo soltaré inmediatamente ni me separaré de él, sino que lo interrogaré, lo examinaré y discutiré con él, y, si me parece que no ha adquirido la virtud, aunque lo diga, le echaré en cara que tiene en menos las cosas más valiosas y asigna mucho valor a las que tienen menos. Esto lo haré con jóvenes y viejos, con cualquiera en quien me tope, extranjero o ciudadanos, más aún con los ciudadanos en la medida en que me están más próximo por linaje. Esto me ordena el dios, sabedlo bien, y creo por mi parte que ningún bien mayor puede haberse dado alguna vez en la ciudad para vosotros que este servicio divino mío. Yo voy de un lado a otro sin hacer otra cosa que no sea persuadir a jóvenes y viejos para que no se preocupen tanto ni tan intensamente de sus bienes, prefiriéndolos a las cosas del alma para que llegue a ser lo mejor posible, diciendo que la virtud no nace de las riquezas, sino que es por obra de la virtud que las riquezas y los demás bienes púbicos y privados llegan a ser buenos para lo hombres. Si diciendo esto, corrompo a los jóvenes, estas doctrinas serán dañinas. Si alguien dice que digo otra cosa, dice una tontería. Por esto, atenienses, si acogéis la acusación de Anito o la rechazáis, si me absolvéis o me condenáis, debéis saber que no haré nunca otra cosa, así tenga que morir mil veces”.



(Platón: Apología de Sócrates, capítulo XVII)






junio 01, 2008

¡ No quiero aprender !








En un mundo globalizado por la información y con predominio de la tecnocracia sobre otras disciplinas humanas, asumimos que un hardware o software podrá pensar o sentir o actuar por nosotros mismos; así es habitual encontrar una resistencia al aprendizaje. Lo “des-conocido” en el ser humano puede general atracción o huida. En ocasiones mostramos una verdadera “fobia” por el aprendizaje.

Cuando nos enfrentamos a una situación de aprendizaje se desencadena una batalla dentro de nosotros, en nuestro cerebro. El paleoencéfalo se resiste al cambio; prefiere continuar con sus rutinas, la territorialidad, adicciones, rituales, tabúes. En cambio, el telencéfalo asume que el aprendizaje es un desafío, que lo moviliza a la generación o resolución de problemas, análisis y síntesis de información, al uso del razonamiento analógico, del pensamiento crítico y creativo; todos estos actos asimilan “el cambio” y nos llevan a potenciar la capacidad de aprender, es decir, aquel acto de trascender el impulso primario de supervivencia: huir o luchar.

Hay varios mecanismos que utilizamos para rechazar el aprendizaje, no obstante, como profesor quiero señalar las estrategias de resistencia al aprendizaje que he detectado en mis estudiantes, enumero algunas:

• La falta de atención: me “des-conecto” de la clase a través de la imaginación o algún aparato tecnológico. El cerebro tiene la capacidad de “desconexión” frente a una realidad poco placentera o amenazante (como puede ser el aprendizaje).
• La incapacidad: más de una vez, he escuchado la expresión: “No soy capaz”. Esta actitud de imposibilidad ante una situación de desafío y de progreso, no es más que una forma de proyectar nuestras capacidades y responsabilidades en un “otro” o “algo ajeno”, nos negamos a nosotros mismos.
• El aislamiento físico y/o psicológico: tomamos una actitud de pseudo “autismo”, nos replegamos sobre nosotros mismos en búsqueda de seguridad, pues “lo nuevo” nos causa miedo.
• La agresividad: entre huir o luchar decidimos atacar al “agente” que nos intimida con un acto de evolución: la insolencia, la descalificación y la agresión física o verbal en el aula más de alguna vez ha tenido este origen.
• La rutina: aparentemente estamos realizando las actividades de aprendizajes, sin embargo, es un acto sin sentido, sin razón; estamos con “piloto automático” para evitar el compromiso de aprender.

Lo preocupante es que estas tácticas se pueden solidificar en nosotros y resultar un obstáculo muy difícil de superar. En ciertas circunstancias contemporáneas, aflora fácilmente la resistencia al aprendizaje y aunque suene irónico decirlo: hoy en día el aprendizaje en las aulas es arduo.

En otras ocasiones he expresado que la educación no puede ser un simple acondicionamiento de instrucciones para rendir “Pruebas Estandarizadas” o fábrica de “materia prima” para la economía de mercado, tenemos la urgencia de rescatar una educación que nos permita, en un primer estadio, re-vivir el principio trascendental: “Conócete a ti mismo”.

No es bueno solo quedarse en el problema, tenemos que proponer soluciones. La ciencia, especialmente la Física, nos habla del fenómeno de la “inercia” y se define como la incapacidad de un “cuerpo” para modificar su estado de reposo o de movimiento sin la intervención de alguna fuerza. De este principio surge un antídoto o “fuerza” para este mal que asecha a la humanidad (la resistencia al aprendizaje): la VOLUNTAD. Cuando formamos la voluntad en nosotros mismos, ya sea como docente o ciudadano y en nuestros estudiantes, despertará la VOCACIÓN y, sólo así, podremos comprender las “otras voluntades” que habitan en nuestro planeta y sabremos llamar a practicar la voluntad humana (en primer instante) para luego trascenderla.

Pienso que muchas de las soluciones a los problemas que existen en el día de hoy están escritas en nuestros “genes”. Una de esas herencias de nuestros antepasados es el Tarot, y especialmente, en una carta encuentro la actitud que personifica fielmente el aprendizaje humano, es: el arcano Nº 22 o Nº 0, el “Loco” o el “Tonto”. Paradójicamente Él nos indica la actitud que necesitamos para lograr el aprendizaje vital que requerimos. El Loco pertenece a la condición del espíritu puro, libre de toda contradicción, sin apegos, trasciende los impulsos, cuya premisa es el silencio y con valentía su oriente se dirige hacia el “santuario recóndito”.




mayo 18, 2008

¿Cómo motivar al motivador? V











Parte III


Uno de los aportes significativo que encontré en el trabajo de Huerta, Ardura y Nieto es el hecho de aproximarse a la dialéctica de la clase; creo que esencialmente el aprendizaje es el arte de dialogar más que el uso de artilugios. El diálogo es una cualidad intrínsecamente humana, por ende a través del lenguaje desarrollamos nuestras potencialidades.

La bibliografía referida a la comunicación humana es extensa, no obstante, el proceso de comunicación en la sala de clase ha sido poco investigado, por eso la incipiente propuesta de análisis de Huerta, Ardura y Nieto es valiosa pues desea: “lograr operativizar algunas claves que nos permitan analizar la forma de comunicar de los docentes”.

El citado texto nos dice: “Es muy posible que dos profesores que muestren perfiles similares en estas categorías de desempeño docente estén generando climas motivacionales muy diferentes. Un profesor, por ejemplo, puede haber preparado concienzudamente el modo en el que va a presentar los objetivos de una actividad para que éstos sean claros, específicos y centrados en el aprendizaje, pero una vez hecho todo esto, sin remedio, se transportará sobre el estilo que tiene el profesor de hacer y de decir las cosas, sobre los modos que tiene el docente de articular la gramática de sus acciones y palabras. (…) . ¡Cuántos profesores saben qué hacer pero les falla el cómo llegar eficaz y cálidamente a sus alumnos!”

Los autores nos hablan de dos factores que influyen en la “gramática comunicativa” del docente:

1.- la sensación de competencia y de control que genera el pedagogo y
2.- los aspectos que tienen que ver con la cercanía y el atractivo social del propio docente.


Para el primer punto enumeran los siguientes indicadores:
* Las expresiones que utiliza en sus clases y que hacen referencia a su dominio en una materia,
* Los grados de libertad para el estudiante que expresa en su discurso.
* Las generalizaciones o utilidades posibles de esos conocimientos.
* El docente tiene que mostrar también cierto grado de credibilidad y sinceridad. Unos indicadores típicos en este sentido son las expresiones que denoten cierta ausencia de dogmatismo, como por ejemplo, reconocer equivocaciones, fallos, dudas, reacción positiva a las equivocaciones, etc.

Del segundo factor dicen: “tiene que ver fundamentalmente por el papel que el deja ver en sus discurso y que se atribuye de apoyo y ayuda al aprendizaje y la cercanía de modos y actitudes con el mundo de sus estudiantes”. Y sus indicadores serían:

- Labor de apoyo y de ayuda al aprendizaje: los comentarios que impliquen el proceso de generar dudas y que se acompañen con ayudas y apoyos del docente para resolver esos problemas presentados.
- Cercanía de actitudes: formas de comunicación que impliquen cierta cercanía física y de opiniones. Uso de un lenguaje coloquial o cercano al auditorio.

Además, reconocen tres agentes de “retórica y gramática” docente que influyen en la sala de clase:
*.- El ritmo.
*.- Recurso a la figura retórica.
*.- Silencios y pausas.

1.- Ritmo

En el clima motivacional del aula es fundamental el ritmo y los autores distinguen tres elementos constitutivos de él:
* Tipo y número de rupturas.
* Estilo.
* Carga emocional del mensaje.

A.- Tipo y número de rupturas: En primer lugar, el tipo y número de rupturas, de cambios que el docente realiza en su discurso. Dentro de estas rupturas puede ser útiles diferenciar dos tipos:

- las intencionales: “Consideramos rupturas intencionales aquellas que el docente genera para colocar ejemplos, comentarios, puntualizaciones, generalizaciones que aclaren el contenido”.

- las involuntarias: “no siempre las rupturas en el discurso de clase están provocadas intencionalmente, muchas veces las consiguen nuestros pacientes estudiantes con poco esfuerzo, en otras ocasiones estas interrupciones son fruto de las necesarias rectificaciones a nuestras equivocaciones”.

Luego finalizan con la siguiente observación: “Uno de los momentos que más atención suscitan a los alumnos de una clase, que más informa sobre la manera de enseñar y de donde, en consecuencia, los otros toman muy buena nota de la actuación del docente y de sus auténticas metas, son en las situaciones en las que el profesor tiene que enfrentarse a cualquier adversidad que surja en el aula. (…) . El modo y la manera cómo reaccionan los docentes ante las dificultades o sus equivocaciones, determina, en buen grado, la confianza que genera un determinado profesor a sus estudiantes”.

B.- Estilo: Definen al estilo como: “uso por parte del docente del continuo humor-dramatismo”. Y afirman que el ritmo de la sala de clase se verá poderosamente influido por el número y calidad de este tipo de intervenciones.

C.- Carga emocional del mensaje: “Los distintos trabajos empíricos han demostrado que los mensajes con contenido emocional, siempre que no sean irracionales, generan una mayor implicación del sujeto en su recepción, según Boster y Mongeu (1984), y Igartua y Páez (1995). La carga emocional va a venir muy marcada tanto por las rupturas como por el estilo. Como dice la vieja teoría de Madler (1952), la ruptura de lo previsto es el recurso más típico para que se produzcan emociones en la gente, sobre todo cuando se tiene que emocionar con la palabra”.

Posteriormente confirman que: “pensamos que el ritmo que se imponga a la clase y que va a venir marcado por el número de inflexiones emocionales que se produzca (determinadas a su vez por aspectos como el tipo y número de rupturas y uso del humor o el dramatismo), es una de las claves que mejor explica la activación, la atención y la asimilación de los mensajes del profesor en el aula”.


2.- Recurso a la figura retórica

“Uno de los medios más usados en nuestro lenguaje para relacionar un contenido importante con todo un mundo de significados con los que comparte un parecido de familia es el recurso a la figura retórica, al símil, a la comparación, a la metáfora. (…) . Conocer el número y el tipo de figuras retóricas que utiliza un docente nos puede dar pistas para conocer los modos de enseñar y motivar, las direcciones y sentido de sus discursos. (…) .

Estrechamente emparentado con las metáforas, está el uso de otros recursos retóricos, que también sirven para indicar formas de orientarse y dirigirse en una tarea académica como son el recurso a las frases hechas, refranes, muletillas, cláusulas de orientación en el discurso (ya sean temporales, espaciales, causales, relacionales, etc.). (…) .

En definitiva, según sea la finalidad del lenguaje figurado merece la pena distinguir entre las figuras retóricas que pueden servir para regular las interacciones profesor-alumno; aquellas que se emplean en el transcurso de una clase para explicar, aclarar o ejemplificar los contenidos que está desarrollando el profesor; y esas otras figuras cuya finalidad sea romper el ritmo de la clase”.


3.- Silencios y pausas

“Una interacción educativa pretende que el aprendizaje surja del contraste de pareceres y del apoyo mutuo. En este sentido, las expresiones y los mecanismos comunicativos que regulan los diálogos y las controversias cobran un papel fundamental. (…) . El uso de los silencios y las pausas para ceder turnos en una interacción casi parece, en el mundo individualista que vivimos, más un arte que una sana costumbre. A este respecto, conviene recordar los trabajos que demuestran el buen uso que hacen de los silencios los buenos enseñantes, para Cazden (1991). A continuación presentamos esquemáticamente una propuesta de indicadores a este respecto”.

Se define al Silencio como: “momentos de la interacción donde no hay expresión verbal con diferentes funciones”. Existen dos posibles categorías:

1.- Silencios intencionales, serían de dos posibles tipos.
Tipo1: el profesor pretende dar oportunidad a los alumnos para que intervengan o bien la emplea para recibir feedback verbal o no verbal.
Tipo2: implica una ruptura en el discurso, y suele emplearse para señalar un cambio de tema, concepto...

Se establece una clasificación de los tipos de preguntas que realiza el docente en las clases:
– de control: de las que el profesor sabe la respuesta, y que se emplean como forma de gestionar el aula.
– de desarrollo: preguntas que se utilizan para continuar la explicación (desarrollo) de la sesión de clase. No son preguntas de conocimientos, sino que sirven como reguladores de la interacción profesor-alumnos.
– de evaluación: preguntas que pretenden evaluar el conocimiento y/o los procesos de razonamiento de los alumnos। Este tipo de preguntas pueden incidir directamente en la calificación de los alumnos o ser simplemente un modo de saber cuáles son los conocimientos que están adquiriendo.

* cerradas o de respuesta única: preguntas de evaluación para las que sólo hay una respuesta posible (¿cuál es el símbolo del hidrógeno?);
* abiertas o de reflexión/elaboración: preguntas con las que se pretende que el alumno razone y elabore una respuesta a partir de sus conocimientos previos y/o a partir de la explicación que se está dando.

2.- Silencios no intencionales: aquellos que indican que el profesor está pensando cómo seguir el discurso y/o un bloqueo.

En la descrita propuesta se enuncia unos indicadores para los tipos de respuestas de los docentes ante las dudas de los estudiantes:

a) informativas: respuestas cerradas, es decir, que responden a preguntas de solución única;
b) de reflexión/elaboración: respuestas abiertas, con las que se guía el razonamiento del alumno, y que pretenden por tanto que sea el estudiante quien encuentre la solución (en definitiva, una forma de andamiaje).

A modo de conclusión, Huerta, Ardura y Nieto dicen: “Hemos buscado categorías e indicadores que nos proporcionen la información más exhaustiva y a la vez más excluyente entre sí। Somos conscientes de los sesgos en los que podemos caer cuando tomamos esta perspectiva. Cometeríamos un error si el resultado de la aplicación de estas categorías fuese un mero recuento de las cosas que hace bien o mal un docente. Esos datos conviene integrarlos, verlos también de forma global y conjunta y no intentar sin más su comparación con un solo perfil prototípico y que además es el adecuado o correcto”.


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Esta será la última “entrada” referida a ¿Cómo motivar al motivador? Cuando inicié mi indagación tenía varias perspectivas y puedo decir que todas y aún mucho más pude lograr। En lo personal, me siento agradecido pues descubrí miles de respuestas a la pregunta formulada. No obstante, creo que lo más valioso fue darme cuenta que existe un hilo conductor en esta aparente heterogeneidad; el motivador estará motivado cuando ame. Cuando el vínculo dialéctico profesor-estudiante se oriente hacia el amor, cuando el aula sea libre y liberadora, el clima motivacional de la clase se beneficiará. Sabiamente una canción sufí expresa una melodía que debe habitar en las aulas, una versión dice:


“Tan sólo te pide que por siempre me recuerdes amándote”