diciembre 20, 2007

Mi oración llegó hasta Dios






“Un piadoso musulmán rezaba todos los días ante Dios, y todos los días le suplicaba una gracia que deseaba le concediese. Se colocaba siempre para su oración en el mismo rincón de la mezquita, y tantos años pasaron y tantas veces repitió su oración que cuentan que las señales de sus rodillas y sus pies quedaron marcadas sobre el mármol del suelo sagrado. Pero Dios parecía no oír su oración, parecía no enterarse siquiera de que alguien lo invocaba.

Un día por fin se le apareció al devoto musulmán en su oración un ángel de Dios, y le dijo:

-Dios ha decidido no concederte lo que pides.

Al oír el mensaje del ángel, el buen hombre comenzó a dar voces de alegría, a saltar de gozo, a contarles, a todos los que se reunieron al verlo, lo que le había sucedido.

La gente le preguntó, sorprendida:

-¿Y de qué te alegras, si Dios no te ha concedido lo que le pedías?.

A lo que él contestó, rebosándole el gozo sincero en cada palabra:

-Es verdad que me lo ha negado, pero al menos así sé que mi oración llegó hasta Dios. ¿Qué más puedo desear?. Y siguió repartiendo alegría.
(…)

El buen musulmán continuó yendo todos los días a la mezquita, al rincón marcado por sus rodillas, para dar gracias porque su oración había llegado a Dios.”

diciembre 09, 2007

Bendita seas tú, áspera Materia,






Benditas seas tú, áspera Materia

Bendita seas tú, áspera Materia,
gleba estéril, dura roca, tú que no cedes más que a la violencia y nos obligas a trabajar si queremos comer.

Bendita seas, peligrosa Materia,
mar violenta, indomable pasión, tú que nos devoras si no te encadenamos.

Bendita seas, poderosa Materia,
evolución irresistible, realidad siempre naciente, tú que haciendo estallar en cada momento nuestros encuadres, nos obligas a buscar cada vez más lejos de la Verdad.

Bendita seas, universal Materia,
duración sin límites, éter sin orillas, triple abismo de las estrellas, de los átomos y de las generaciones, tú que desbordando y disolviendo nuestras estrechas medidas nos revelas las dimensiones de Dios.

Bendita seas, Materia mortal,
tú que, disociándote un día en nosotros, nos introducirás, por fuerza, en el corazón mismo de lo que es.

Sin ti, Materia,
sin tus ataques, sin tus arranques, viviríamos inertes, estancados, pueriles, ignorantes de nosotros mismo y de Dios.

Tú que castigas y que curas,
tú que resistes y que cedes, tú que trastruecas y que construyes, tú que encadenas y que liberas, savia de nuestras almas, mano de Dios, carne de Cristo, Materia, yo te bendigo.

Yo te bendigo, Materia,
y te saludo, no como te describen, reducida o desfigurada, los pontífices de la ciencia y los predicadores de la virtud, un amasijo, dicen de fuerzas brutales o de bajos apetitos, sino como te me apareces hoy, en tu totalidad y tu verdad.

Te saludo,
inagotable capacidad de ser y de transformación en donde germina y crece la sustancia elegida.

Te saludo,
potencia universal de acercamiento y de unión mediante la cual se entrelaza la muchedumbre de las mónadas y en la que todas convergen en el camino del Espíritu.

Te saludo,
fuente armoniosa de las almas, cristal límpido de donde ha surgido la nueva Jerusalén.

Te saludo,
medio divino, cargado de poder creador, océano agitado por el Espíritu, arcilla amasada y animada por el Verbo encarnado.

Tú, Materia,
reinas en las serenas alturas en las que los santos se imaginan haberte dejado a un lado; carne tan transparente y tan móvil que ya no te distinguimos de un espíritu.

¡Arrebátanos, oh, Materia,
allá arriba, mediante el esfuerzo, la separación y la muerte; arrebátame allí en donde al fin sea posible abrazar castamente al Universo!


(Pierre Teilhard de Chardin).