abril 15, 2007

¿Selección o Integración?








Al término de la clase llamé a un alumno que había estado cerca del escritorio del profesor para preguntarle quién había cortado las correas de mi bolso. Y como lo esperaba, no aportó ninguna información que aclarara lo ocurrido. Tras una breve investigación de Inspectoría General, se descubrió quien había cortado con tijeras las correas del bolso…

Una vez más, aparecía involucrado Matías en un acto que dañaba la convivencia escolar, esta vez había sido un bien material de mi propiedad. Cuando le pregunté por qué lo había hecho, su respuesta me dejó perplejo:

“Tío (se ha hecho habitual en estos días que un “tipo” de alumno/a llamé a su profesor/a Tío/a), no sé por qué… No sé por qué no puedo estar tranquilo, tengo que estar haciendo algo y si no puedo; me peñisco o rasguño mis manos (tenía algunas costras en sus manos y brazos). Disculpe, tío, pero sentí las ganas de hacerlo.”

Matías tenía una gran cantidad de observaciones en su hoja de registros, casi todas eran por problemas de conducta o convivencia dentro de la sala de clase. Nunca apareció su apoderado a conversar conmigo a pesar de las citaciones o hablar con otra autoridad del Liceo. Muchas veces en el proceso de matrícula surge el papá, la mamá u otro adulto como apoderado del estudiante, pero durante el año escolar es imposible tener un contacto con ellos cuando se requiere, están ausentes.

Matías es solo la punta del iceberg del conjunto de adolescentes, que año a año se introducen en la Educación Media, cuyas prioridades personales no son académicas y, además a veces, presentan un grado de daño en su salud mental. Por señalar algunos casos: son colegiales/as que carecen de una socialización primaria. Que sufren de depresión y, por ende, tienen una asistencia esporádica a clases y con ello perjudican su aprendizaje educativo. Que presentan problemas de anorexia o bulimia. Que tienen dificultades de adaptación a las normas de convivencia escolar y social. Que son consumidores de drogas y/o alcohol. Que presentan conductas delictivas. Que tienen parejas e incluso hijos, por nombrar algunos casos.

Lamentablemente nuestro Sistema Educativo no está preparado para estos alumnos/as y muchos quedan al margen. No me gustan los “apartheid” menos en educación, creo que si se dan las herramientas necesarias se podría recuperar a estos jóvenes, por ejemplo, un caso digno de homologar en estos “Matías”, es lo que ocurre con los estudiantes del “Proyecto de Integración”, que son alumnos/as que presentan una o más limitaciones en sus capacidades visuales, auditivas, motoras o cognitivas y ellos/as se “integran” a la Enseñanza Media con compañeros cuyas capacidades están intactas. Estos escolares “integrados” cuentan con sus profesores/ras habituales y además un equipo de profesionales, tales como, fonoaudiólogo, kinesiólogo, educador especialista, terapeuta y médicos. Todos ellos apoyando al alumno/a en su labor escolar y al profesor/a en su quehacer pedagógico con estos “estudiantes integrados”.

Hace días que no he visto a Matías en el Liceo, lo más probable es que no regrese más. Me duele “perder” alumnos/as, ya que es una vida humana que desperdicia una oportunidad de formación educativa. Ellos necesitan un tratamiento distinto así como acontece con los “alumnos integrados”. Con “los Matías” no se puede llevar el proceso enseñanza-aprendizaje como se halla con el resto de los estudiantes cuya formación se encamina sin obstáculos. Se requiere otra orientación pedagógica que no solo involucre recursos económicos sino también vocación e integración humana.

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