junio 17, 2008

“No hay ninguna probabilidad de que deje de filosofar, de exhortaros, de enseñar siempre…”








En este instante, Sócrates nos dice:

“…, si me dijerais: “Mira, Sócrates, ahora no vamos a creer a Anito, sino que te dejaremos libre bajo la condición de que no sigas ocupándote de exámenes ni de filosofía. Si eres sorprendido haciéndolo, morirás”. Ahora bien, si, como dije, me dejarais libre bajo estas condiciones, yo os diría: “Señores atenienses, yo tengo por vosotros toda suerte de respeto y de afecto, pero obedeceré al dios antes que a vosotros, y mientras tenga aliento y pueda hacerlo, no hay ninguna probabilidad de que deje de filosofar, de exhortaros, de enseñar siempre a todo aquel de vosotros en quien me tropiece", diciendo lo que siempre tuve costumbre de decir: “Oh, tú, el mejor de los hombres, que eres ateniense, de la ciudad más grande por su sabiduría y su magnanimidad, no te avergüenzas de preocuparte de las riquezas para tener la mayor cantidad posible, y de la fama y del poder político; pero de la sabiduría y la verdad, y de tu alma para que sea lo mejor posible, de eso no te preocupas ni te cuidas”. Y, si alguno de vosotros me pone objeciones y dice que se preocupa, no lo soltaré inmediatamente ni me separaré de él, sino que lo interrogaré, lo examinaré y discutiré con él, y, si me parece que no ha adquirido la virtud, aunque lo diga, le echaré en cara que tiene en menos las cosas más valiosas y asigna mucho valor a las que tienen menos. Esto lo haré con jóvenes y viejos, con cualquiera en quien me tope, extranjero o ciudadanos, más aún con los ciudadanos en la medida en que me están más próximo por linaje. Esto me ordena el dios, sabedlo bien, y creo por mi parte que ningún bien mayor puede haberse dado alguna vez en la ciudad para vosotros que este servicio divino mío. Yo voy de un lado a otro sin hacer otra cosa que no sea persuadir a jóvenes y viejos para que no se preocupen tanto ni tan intensamente de sus bienes, prefiriéndolos a las cosas del alma para que llegue a ser lo mejor posible, diciendo que la virtud no nace de las riquezas, sino que es por obra de la virtud que las riquezas y los demás bienes púbicos y privados llegan a ser buenos para lo hombres. Si diciendo esto, corrompo a los jóvenes, estas doctrinas serán dañinas. Si alguien dice que digo otra cosa, dice una tontería. Por esto, atenienses, si acogéis la acusación de Anito o la rechazáis, si me absolvéis o me condenáis, debéis saber que no haré nunca otra cosa, así tenga que morir mil veces”.



(Platón: Apología de Sócrates, capítulo XVII)






junio 01, 2008

¡ No quiero aprender !








En un mundo globalizado por la información y con predominio de la tecnocracia sobre otras disciplinas humanas, asumimos que un hardware o software podrá pensar o sentir o actuar por nosotros mismos; así es habitual encontrar una resistencia al aprendizaje. Lo “des-conocido” en el ser humano puede general atracción o huida. En ocasiones mostramos una verdadera “fobia” por el aprendizaje.

Cuando nos enfrentamos a una situación de aprendizaje se desencadena una batalla dentro de nosotros, en nuestro cerebro. El paleoencéfalo se resiste al cambio; prefiere continuar con sus rutinas, la territorialidad, adicciones, rituales, tabúes. En cambio, el telencéfalo asume que el aprendizaje es un desafío, que lo moviliza a la generación o resolución de problemas, análisis y síntesis de información, al uso del razonamiento analógico, del pensamiento crítico y creativo; todos estos actos asimilan “el cambio” y nos llevan a potenciar la capacidad de aprender, es decir, aquel acto de trascender el impulso primario de supervivencia: huir o luchar.

Hay varios mecanismos que utilizamos para rechazar el aprendizaje, no obstante, como profesor quiero señalar las estrategias de resistencia al aprendizaje que he detectado en mis estudiantes, enumero algunas:

• La falta de atención: me “des-conecto” de la clase a través de la imaginación o algún aparato tecnológico. El cerebro tiene la capacidad de “desconexión” frente a una realidad poco placentera o amenazante (como puede ser el aprendizaje).
• La incapacidad: más de una vez, he escuchado la expresión: “No soy capaz”. Esta actitud de imposibilidad ante una situación de desafío y de progreso, no es más que una forma de proyectar nuestras capacidades y responsabilidades en un “otro” o “algo ajeno”, nos negamos a nosotros mismos.
• El aislamiento físico y/o psicológico: tomamos una actitud de pseudo “autismo”, nos replegamos sobre nosotros mismos en búsqueda de seguridad, pues “lo nuevo” nos causa miedo.
• La agresividad: entre huir o luchar decidimos atacar al “agente” que nos intimida con un acto de evolución: la insolencia, la descalificación y la agresión física o verbal en el aula más de alguna vez ha tenido este origen.
• La rutina: aparentemente estamos realizando las actividades de aprendizajes, sin embargo, es un acto sin sentido, sin razón; estamos con “piloto automático” para evitar el compromiso de aprender.

Lo preocupante es que estas tácticas se pueden solidificar en nosotros y resultar un obstáculo muy difícil de superar. En ciertas circunstancias contemporáneas, aflora fácilmente la resistencia al aprendizaje y aunque suene irónico decirlo: hoy en día el aprendizaje en las aulas es arduo.

En otras ocasiones he expresado que la educación no puede ser un simple acondicionamiento de instrucciones para rendir “Pruebas Estandarizadas” o fábrica de “materia prima” para la economía de mercado, tenemos la urgencia de rescatar una educación que nos permita, en un primer estadio, re-vivir el principio trascendental: “Conócete a ti mismo”.

No es bueno solo quedarse en el problema, tenemos que proponer soluciones. La ciencia, especialmente la Física, nos habla del fenómeno de la “inercia” y se define como la incapacidad de un “cuerpo” para modificar su estado de reposo o de movimiento sin la intervención de alguna fuerza. De este principio surge un antídoto o “fuerza” para este mal que asecha a la humanidad (la resistencia al aprendizaje): la VOLUNTAD. Cuando formamos la voluntad en nosotros mismos, ya sea como docente o ciudadano y en nuestros estudiantes, despertará la VOCACIÓN y, sólo así, podremos comprender las “otras voluntades” que habitan en nuestro planeta y sabremos llamar a practicar la voluntad humana (en primer instante) para luego trascenderla.

Pienso que muchas de las soluciones a los problemas que existen en el día de hoy están escritas en nuestros “genes”. Una de esas herencias de nuestros antepasados es el Tarot, y especialmente, en una carta encuentro la actitud que personifica fielmente el aprendizaje humano, es: el arcano Nº 22 o Nº 0, el “Loco” o el “Tonto”. Paradójicamente Él nos indica la actitud que necesitamos para lograr el aprendizaje vital que requerimos. El Loco pertenece a la condición del espíritu puro, libre de toda contradicción, sin apegos, trasciende los impulsos, cuya premisa es el silencio y con valentía su oriente se dirige hacia el “santuario recóndito”.