mayo 18, 2008

¿Cómo motivar al motivador? V











Parte III


Uno de los aportes significativo que encontré en el trabajo de Huerta, Ardura y Nieto es el hecho de aproximarse a la dialéctica de la clase; creo que esencialmente el aprendizaje es el arte de dialogar más que el uso de artilugios. El diálogo es una cualidad intrínsecamente humana, por ende a través del lenguaje desarrollamos nuestras potencialidades.

La bibliografía referida a la comunicación humana es extensa, no obstante, el proceso de comunicación en la sala de clase ha sido poco investigado, por eso la incipiente propuesta de análisis de Huerta, Ardura y Nieto es valiosa pues desea: “lograr operativizar algunas claves que nos permitan analizar la forma de comunicar de los docentes”.

El citado texto nos dice: “Es muy posible que dos profesores que muestren perfiles similares en estas categorías de desempeño docente estén generando climas motivacionales muy diferentes. Un profesor, por ejemplo, puede haber preparado concienzudamente el modo en el que va a presentar los objetivos de una actividad para que éstos sean claros, específicos y centrados en el aprendizaje, pero una vez hecho todo esto, sin remedio, se transportará sobre el estilo que tiene el profesor de hacer y de decir las cosas, sobre los modos que tiene el docente de articular la gramática de sus acciones y palabras. (…) . ¡Cuántos profesores saben qué hacer pero les falla el cómo llegar eficaz y cálidamente a sus alumnos!”

Los autores nos hablan de dos factores que influyen en la “gramática comunicativa” del docente:

1.- la sensación de competencia y de control que genera el pedagogo y
2.- los aspectos que tienen que ver con la cercanía y el atractivo social del propio docente.


Para el primer punto enumeran los siguientes indicadores:
* Las expresiones que utiliza en sus clases y que hacen referencia a su dominio en una materia,
* Los grados de libertad para el estudiante que expresa en su discurso.
* Las generalizaciones o utilidades posibles de esos conocimientos.
* El docente tiene que mostrar también cierto grado de credibilidad y sinceridad. Unos indicadores típicos en este sentido son las expresiones que denoten cierta ausencia de dogmatismo, como por ejemplo, reconocer equivocaciones, fallos, dudas, reacción positiva a las equivocaciones, etc.

Del segundo factor dicen: “tiene que ver fundamentalmente por el papel que el deja ver en sus discurso y que se atribuye de apoyo y ayuda al aprendizaje y la cercanía de modos y actitudes con el mundo de sus estudiantes”. Y sus indicadores serían:

- Labor de apoyo y de ayuda al aprendizaje: los comentarios que impliquen el proceso de generar dudas y que se acompañen con ayudas y apoyos del docente para resolver esos problemas presentados.
- Cercanía de actitudes: formas de comunicación que impliquen cierta cercanía física y de opiniones. Uso de un lenguaje coloquial o cercano al auditorio.

Además, reconocen tres agentes de “retórica y gramática” docente que influyen en la sala de clase:
*.- El ritmo.
*.- Recurso a la figura retórica.
*.- Silencios y pausas.

1.- Ritmo

En el clima motivacional del aula es fundamental el ritmo y los autores distinguen tres elementos constitutivos de él:
* Tipo y número de rupturas.
* Estilo.
* Carga emocional del mensaje.

A.- Tipo y número de rupturas: En primer lugar, el tipo y número de rupturas, de cambios que el docente realiza en su discurso. Dentro de estas rupturas puede ser útiles diferenciar dos tipos:

- las intencionales: “Consideramos rupturas intencionales aquellas que el docente genera para colocar ejemplos, comentarios, puntualizaciones, generalizaciones que aclaren el contenido”.

- las involuntarias: “no siempre las rupturas en el discurso de clase están provocadas intencionalmente, muchas veces las consiguen nuestros pacientes estudiantes con poco esfuerzo, en otras ocasiones estas interrupciones son fruto de las necesarias rectificaciones a nuestras equivocaciones”.

Luego finalizan con la siguiente observación: “Uno de los momentos que más atención suscitan a los alumnos de una clase, que más informa sobre la manera de enseñar y de donde, en consecuencia, los otros toman muy buena nota de la actuación del docente y de sus auténticas metas, son en las situaciones en las que el profesor tiene que enfrentarse a cualquier adversidad que surja en el aula. (…) . El modo y la manera cómo reaccionan los docentes ante las dificultades o sus equivocaciones, determina, en buen grado, la confianza que genera un determinado profesor a sus estudiantes”.

B.- Estilo: Definen al estilo como: “uso por parte del docente del continuo humor-dramatismo”. Y afirman que el ritmo de la sala de clase se verá poderosamente influido por el número y calidad de este tipo de intervenciones.

C.- Carga emocional del mensaje: “Los distintos trabajos empíricos han demostrado que los mensajes con contenido emocional, siempre que no sean irracionales, generan una mayor implicación del sujeto en su recepción, según Boster y Mongeu (1984), y Igartua y Páez (1995). La carga emocional va a venir muy marcada tanto por las rupturas como por el estilo. Como dice la vieja teoría de Madler (1952), la ruptura de lo previsto es el recurso más típico para que se produzcan emociones en la gente, sobre todo cuando se tiene que emocionar con la palabra”.

Posteriormente confirman que: “pensamos que el ritmo que se imponga a la clase y que va a venir marcado por el número de inflexiones emocionales que se produzca (determinadas a su vez por aspectos como el tipo y número de rupturas y uso del humor o el dramatismo), es una de las claves que mejor explica la activación, la atención y la asimilación de los mensajes del profesor en el aula”.


2.- Recurso a la figura retórica

“Uno de los medios más usados en nuestro lenguaje para relacionar un contenido importante con todo un mundo de significados con los que comparte un parecido de familia es el recurso a la figura retórica, al símil, a la comparación, a la metáfora. (…) . Conocer el número y el tipo de figuras retóricas que utiliza un docente nos puede dar pistas para conocer los modos de enseñar y motivar, las direcciones y sentido de sus discursos. (…) .

Estrechamente emparentado con las metáforas, está el uso de otros recursos retóricos, que también sirven para indicar formas de orientarse y dirigirse en una tarea académica como son el recurso a las frases hechas, refranes, muletillas, cláusulas de orientación en el discurso (ya sean temporales, espaciales, causales, relacionales, etc.). (…) .

En definitiva, según sea la finalidad del lenguaje figurado merece la pena distinguir entre las figuras retóricas que pueden servir para regular las interacciones profesor-alumno; aquellas que se emplean en el transcurso de una clase para explicar, aclarar o ejemplificar los contenidos que está desarrollando el profesor; y esas otras figuras cuya finalidad sea romper el ritmo de la clase”.


3.- Silencios y pausas

“Una interacción educativa pretende que el aprendizaje surja del contraste de pareceres y del apoyo mutuo. En este sentido, las expresiones y los mecanismos comunicativos que regulan los diálogos y las controversias cobran un papel fundamental. (…) . El uso de los silencios y las pausas para ceder turnos en una interacción casi parece, en el mundo individualista que vivimos, más un arte que una sana costumbre. A este respecto, conviene recordar los trabajos que demuestran el buen uso que hacen de los silencios los buenos enseñantes, para Cazden (1991). A continuación presentamos esquemáticamente una propuesta de indicadores a este respecto”.

Se define al Silencio como: “momentos de la interacción donde no hay expresión verbal con diferentes funciones”. Existen dos posibles categorías:

1.- Silencios intencionales, serían de dos posibles tipos.
Tipo1: el profesor pretende dar oportunidad a los alumnos para que intervengan o bien la emplea para recibir feedback verbal o no verbal.
Tipo2: implica una ruptura en el discurso, y suele emplearse para señalar un cambio de tema, concepto...

Se establece una clasificación de los tipos de preguntas que realiza el docente en las clases:
– de control: de las que el profesor sabe la respuesta, y que se emplean como forma de gestionar el aula.
– de desarrollo: preguntas que se utilizan para continuar la explicación (desarrollo) de la sesión de clase. No son preguntas de conocimientos, sino que sirven como reguladores de la interacción profesor-alumnos.
– de evaluación: preguntas que pretenden evaluar el conocimiento y/o los procesos de razonamiento de los alumnos। Este tipo de preguntas pueden incidir directamente en la calificación de los alumnos o ser simplemente un modo de saber cuáles son los conocimientos que están adquiriendo.

* cerradas o de respuesta única: preguntas de evaluación para las que sólo hay una respuesta posible (¿cuál es el símbolo del hidrógeno?);
* abiertas o de reflexión/elaboración: preguntas con las que se pretende que el alumno razone y elabore una respuesta a partir de sus conocimientos previos y/o a partir de la explicación que se está dando.

2.- Silencios no intencionales: aquellos que indican que el profesor está pensando cómo seguir el discurso y/o un bloqueo.

En la descrita propuesta se enuncia unos indicadores para los tipos de respuestas de los docentes ante las dudas de los estudiantes:

a) informativas: respuestas cerradas, es decir, que responden a preguntas de solución única;
b) de reflexión/elaboración: respuestas abiertas, con las que se guía el razonamiento del alumno, y que pretenden por tanto que sea el estudiante quien encuentre la solución (en definitiva, una forma de andamiaje).

A modo de conclusión, Huerta, Ardura y Nieto dicen: “Hemos buscado categorías e indicadores que nos proporcionen la información más exhaustiva y a la vez más excluyente entre sí। Somos conscientes de los sesgos en los que podemos caer cuando tomamos esta perspectiva. Cometeríamos un error si el resultado de la aplicación de estas categorías fuese un mero recuento de las cosas que hace bien o mal un docente. Esos datos conviene integrarlos, verlos también de forma global y conjunta y no intentar sin más su comparación con un solo perfil prototípico y que además es el adecuado o correcto”.


* * *


Esta será la última “entrada” referida a ¿Cómo motivar al motivador? Cuando inicié mi indagación tenía varias perspectivas y puedo decir que todas y aún mucho más pude lograr। En lo personal, me siento agradecido pues descubrí miles de respuestas a la pregunta formulada. No obstante, creo que lo más valioso fue darme cuenta que existe un hilo conductor en esta aparente heterogeneidad; el motivador estará motivado cuando ame. Cuando el vínculo dialéctico profesor-estudiante se oriente hacia el amor, cuando el aula sea libre y liberadora, el clima motivacional de la clase se beneficiará. Sabiamente una canción sufí expresa una melodía que debe habitar en las aulas, una versión dice:


“Tan sólo te pide que por siempre me recuerdes amándote”








mayo 11, 2008

¿Cómo motivar al motivador? IV










Parte II


Continuemos conociendo la propuesta de Huerta, Ardura y Nieto:

2 Preparación y diseño de las tareas

La literatura suele destacar el papel de la autorregulación del estudiante durante la actividad, si es capaz de anticipar el desarrollo y los indicadores de evaluación que le permitirán conocer en qué grado ha resuelto la tarea y, en consecuencia, la posibilidad de autorregular su comportamiento para obtener un buen resultado, son dos de estos criterios. El tercer indicador, tendría que ver con la interpretación que haga el alumno de la tarea como una actividad que suponga cierto nivel de desafío controlable.

A: clima de clases motivantes
• Las tareas se anticipan, se dan con indicadores para autorregularse en las mismas.
• Buscan el reto óptimo.

B: clima de clases destructivas
• Tareas poco anticipadas y que generan sensación de dificultad y cierta arbitrariedad.
• Organización y desarrollo oculto. Su desarrollo supone adaptarse a los modos y caprichos del docente.

C: clima de clases poco demandantes
• Las actividades el profesor las organiza pero es muy flexible para cambiarlas cuando los estudiantes se lo piden, aunque no corresponda mucho.
• Las actividades propuestas son fáciles y con pocos desafíos para la formación.

D: clima de clases desprotegidas
• Tareas muy rígidas y difíciles
• La resolución de las tareas depende sólo del estudiante.



3 Desarrollo de la actividad

En la forma en que se gestiona el trabajo del estudiante estarían interviniendo varios aspectos. En primer lugar, el docente puede, por ejemplo, fomentar la autonomía del alumno sin dejar de atender al grado de comprensión de la tarea. Además, es importante observar las formas de supervisión y modificación de los sucesivos pasos que el estudiante va dando en el camino hacia la solución del problema. Por último, la riqueza y el sentido de los ejemplos que utilice el profesor estarán estrechamente relacionados con la disposición del alumno hacia la consecución de la tarea.

A: clima de clases motivantes:
• Se genera cierta autonomía y preocupa la comprensión de contenidos y de pasos.
• Los contenidos son susceptibles de ser revisados y modificados.
• Se proporcionan ejemplos útiles, anclajes a la vida cotidiana

B: clima de clases destructivas:
• Poca autonomía del estudiante, no preocupa la comprensión.
• La posibilidad de modificación sobre la marcha es reducida y depende del docente.
• Pocos ejemplos, referidos a la evaluación.

C: clima de clases poco demandantes:
• Mucha autonomía, la comprensión preocupa de forma inestable.
• Modificación posible para facilitar la tarea.
• Ejemplos muy referidos a solucionar la tarea.

D: clima de clases desprotegidas:
• Autonomía sobrevaluada y fiscalizada, no preocupa la comprensión.
• Poca modificación de la tarea, lo importante es la resolución.
• Ejemplos pobres y muy abstractos.



4 Momentos de evaluación y reconocimiento

Para poder determinar el desempeño docente a este respecto, deberemos atender fundamentalmente al tipo de evaluación y reconocimiento, y al componente afectivo de dicha retroalimentación.

A: clima de clases motivantes:
• Evaluación según criterios, continua, conceptual y de dominio.
• Retroalimentación informativa, contingente y con cierta afectividad.

B: clima de clases destructivas:
• Evaluación normativa, única y sólo conceptual
• Retroalimentación evaluativa, no siempre contingente y con afectividad negativa.

C: clima de clases poco demandantes:
• Evaluación según criterios abiertos y fundamentalmente conceptuales.
• Retroalimentación informativa y evaluativa, favorable y de afectividad positiva.

D: clima de clases desprotegidas:
• Evaluación según criterios o normas, rígida y conceptual.
• Retroalimentación evaluativa, contingente y poco afectiva.





(Continúa)




mayo 03, 2008

¿Cómo motivar al motivador? III







Parte I

En mi indagación he encontrado un trabajo de Juan A. Huerta, Aranzazu Ardura y Carmen Nieto que ha sido significativo en mi búsqueda, pues intenta proporcionar un modelo de análisis basado en un método que permita el estudio empírico del desempeño general que muestra el educador y los recursos comunicativos que usa y no se centra solamente en “recetas motivacionales”.

El trabajo de ellos se ubica en el contexto de un clima motivacional de aprendizaje, por ello se propone reflexionar sobre dos aspectos del quehacer docente: en primer lugar, analiza el desempeño del docente y luego, la forma de comunicar de él/ella.

En referencia a la motivación dicen:

“Casi siempre que se ha estudiado profundamente la figura del profesor en el aula se ha enfatizado principalmente los factores que determinan la eficacia del docente en lo que se piensa que es su función social casi única, enseñar contenidos curriculares. Los aspectos que se han estudiado y que tienen que ver con la motivación son aquellos que directamente influyen en facilitar aprendizajes concretos. Pero poco se ha investigado del impacto motivacional más generalizado y generalista que los profesores provocan en sus alumnos como modelos de vida y de formas de actuar que son impactos que van más allá de motivar para saber cómo resolver un logaritmo neperiano. (…) . En ese contexto, el docente actúa la mayoría de las veces como un director de orquesta con todas sus posibilidades y con todas sus resignaciones. Ahí aparecen múltiples valores, se crean metas, orientaciones y autorregulaciones que también nos desarrollan como personas”.

Luego aparece una expresión que personalmente ha sido muy reveladora:

“Las ideas imperantes en la literatura científica sobre la motivación de los profesores mantienen que ésta es un espejo de la de sus estudiantes. (…) . Significa decir que del mismo modo que hay estudiantes que quieren aprender, hay profesores que quieren enseñar; que si hay alumnos que pelean por una nota, habrá profesores que lo hagan por mejorar sus salarios; que si hay estudiantes que después de coleccionar fracasos tienen miedos, del mismo modo existen los docentes fracasados y con sus temores, resistencias e incredulidad hacia la enseñanza; que ambos colectivos muchas veces buscan ser felices y no complicarse la vida, tanto como quedar bien ante sus grupos de referencia ya sean colegas o compañeros”.

Además, se refieren al carácter dialéctico de la clase y el contexto motivacional:

“Reducir la motivación de alumnos y profesores a que en unos predominan las orientaciones más centradas en las tareas y en otros en el lucimiento es volver a personalismos que poco papel dejan a un contexto multiforme. En definitiva, ni el aula es un conflicto entre dos ni nuestra motivación es sólo nuestra personalidad ni es tan personal como queremos. (…). Creemos por otra parte, que los seres humanos aprendemos a motivarnos durante toda la vida que se nos permite vivir, en y para diferentes contextos. (…) . De tal manera que nuestro repertorio motivacional surge de cómo vamos aprendiendo a movernos en diferentes contextos y de lo que nos cuentan que resulta más propicio para orientarse ante las demandas de ese escenario concreto. (…) . Cada vez que tenemos que movernos en un escenario actualizamos esas construcciones biográficas y nos orientamos en esa confluencia entre los que sabemos, podemos, queremos y las demandas que interpretamos de ese entorno”.


I. CÓMO ESTUDIAR EL DESEMPEÑO DOCENTE

Al explicitar el primer punto hacen una aclaración necesaria para evitar que el modelo se transforme en un modo de estereotipar la labor del profesor, es decir, una torpe caricatura; de esta manera aseveran:

“Remarcamos que este es un primer intento de conocer los diferentes estilos que los docentes desarrollamos en cada uno de los momentos de nuestra labor profesional. Ni esperamos ni creemos que de la aplicación de este instrumento de análisis del comportamiento y del discurso del profesor vayamos a obtener tipos puros de buenos docentes, motivadores y motivados, ni tampoco tipos puros de profesores malos, destructivos y destructores. Creemos que el docente real es una persona de perfiles más mestizo, complejos y variantes según sea la situación”.

Cito a continuación los fundamentos de la postura de Huerta, Ardura y Nieto:

“Todo docente se enfrenta a la pregunta de qué hacer para motivar a los alumnos y acaba desarrollando sus propias estrategias para ese fin. Estrategias que de alguna manera se entremezclan con sus estilos de comportamiento como educador. (…) .

McLean (2002) ha definido cuatro modos prototípicos de actuación docente que provocan un determinado clima de clase:

1. los profesores que generan un clima motivacional de aprendizaje;
2. los profesores que facilitan un clima motivacional desprotegido;
3. los profesores que generan clima motivacional autoritario; y
4. los profesores que generan clima motivacional poco demandante.

Este autor defiende que dos son las dimensiones principales que generan estos cuatro cuadrantes. Una primera dimensión tiene que ver con el tipo de actitud que muestran los docentes ante los estudiantes, que varía en un continuo de aproximación- evitación a mantener una relación cercana con los estudiantes. La segunda dimensión depende de cuál es la meta que predomina en su actuación docente que puede ser de aproximación a su labor de enseñanza y colaboración para los aprendizajes o de evitación, centrada más en el miedo a perder poder y estatus. (…) .

Lo que intentamos es, partiendo de estas dos dimensiones, aplicarlas no a todo el papel del docente, sino a cada uno de los momentos básicos de su labor escolar. (…) . Esos aspectos tendrían que ver con cuatro momentos de la enseñanza, que han sido recurrentemente usados en la literatura sobre el tema, destacan Alonso Tapia (1997, 2005) y Huertas (1997).

Estos momentos serían:

1. La introducción de las actividades: presentación de tareas y de los objetivos o metas de cada actividad.
2. La preparación y presentación de las tareas educativas.
3. El desarrollo de las actividades
4. El modo de evaluación y reconocimiento de lo que se va adquiriendo




1.- Al introducir la clase

En este sentido, la literatura ha descrito tres elementos que influyen en cómo es percibido por los alumnos el planteamiento de una nueva actividad: el planteamiento de los objetivos, propósitos de la tarea, el énfasis o no de la relevancia del tema y el empleo o no de recursos que activen la curiosidad en los alumnos. La posible combinatoria de estos tres factores según el tipo de desempeño generaría estos perfiles.


A) Clima de clases motivantes:
• Los objetivos que plantea el profesor son claros, específicos y centrados en el aprendizaje, de manera que dan la sensación de que con esfuerzo y trabajo se alcanzan.
• Preocupación por levantar curiosidad y mostrar relevancia.

B) Clima de clases destructivas:
• Los objetivos de la clase no se suelen dar a conocer, hay que hacerlo porque toca.
• Poca curiosidad y la relevancia referida fundamentalmente a la calificación final.

C) Clima de clases poco demandantes:
• Los objetivos de la materia son simples y fáciles, de no complicarse la vida.
• Curiosidad espuria

D) Clima de clases desprotegidas:
• La formulación de los objetivos son complejos, centrados en el qué hacer, generan incertidumbre.
• No se le da importancia a la curiosidad, la relevancia no se comenta porque es obvia.






(Continúa)