En esta Pascua os quiero entregar una invitación a todos aquellos que se embriagan con la vid del Señor y danzan ebrios de fe. Y aquellos que todavía por dificultades en su percepción, por otros paradigmas o por faltos del don de la fe; no han bebido el vino y no saben regustar el recuerdo de Dios en sus corazones; os invito al banquete pascual, a celebrar la nueva vid que Cristo Jesús nos brindó.
“El primer día de la semana, muy de mañana, ellas fueron al sepulcro, llevando los aromas que habían sido preparado. Pero encontraron que la piedra había sido apartada del sepulcro.
“El primer día de la semana, muy de mañana, ellas fueron al sepulcro, llevando los aromas que habían sido preparado. Pero encontraron que la piedra había sido apartada del sepulcro.
Al entrar, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Estando desconcertadas con esto, se les presentaron dos varones con vestido resplandeciente. Como estaban asustadas y con la vista en el suelo, les dijeron: ‘¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Recordad lo que os anunció, estando todavía en Galilea, cuando dijo: Conviene que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, que sea crucificado y resucite al tercer día’. Entonces se acordaron de estas palabras.
Vueltas del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y todas las demás compañeras suyas las que decían estas cosas a los apóstoles. Y les parecieron estas palabras como delirio y no les creyeron.
Pedro salió y corrió hacia el sepulcro: se inclinó y vio solos los lienzos, y volvió a su casa maravillado de lo sucedido.”
(Lc 24, 3-12)