He estado varios meses ausente y no he podido plasmar registro alguno en mi “bitácora”. Lo que sucede es que estuve en pleno proceso de elaboración del “Portafolio del Sistema de Evaluación del Desempeño Profesional Docente” que se realiza en mi país. Dicho “Portafolio” consta de varios “productos”, tales como, implementación de una unidad pedagógica, evaluación de término de la unidad pedagógica, reflexión sobre el quehacer docente, la filmación de una clase; y además, una autoevaluación, una evaluación de la dirección del Liceo y una entrevista que realiza otro docente a manera de coevaluación.
No deseo por ahora comunicar mi análisis profundo acerca del sistema de evaluación profesional docente, no obstante, considero inexcusable no expresar mi apreciación que tengo por ahora de la experiencia.
Quiero dejar en claro que es imperioso tener un sistema de evaluación profesional, sin embargo, tengo mis reparos con el proceso que se utiliza hasta ahora para evaluar el desempeño docente.
Uno de los propósitos fundamentales del “Portafolio” es: “presentar la mejor evidencia que dé cuenta de su labor pedagógica”. El objetivo ya presenta una contrariedad, pues no estoy postulando a un concurso ni pretendo asistir a una fiesta de gala o una cita protocolar. Tendré que esforzarme en mostrar “mi mejor cara”.
El proceso de enseñanza-aprendizaje se vive en la cotidianidad, en el quehacer diario del aula entre un profesor/a y el/la estudiante. Me pregunto si una clase, una planificación, un instrumento evaluativo, una reflexión serán suficiente para “evidenciar” mis fortalezas o debilidades en mi desempeño profesional. Personalmente lo dudo, una cosa que he aprendido es que nunca soy el mismo todo el tiempo, por ejemplo, me doy cuenta que a veces tengo clases pésimas y otras magníficas, son tantas las variables que entran en juego en el aula, que incluso si utilizara estrictamente “el método científico” en mi quehacer pedagógico, igual habría clases frustrantes.
Sucede que olvidamos que la educación es un proceso intrínsicamente humano y, como tal, en ella se manifiesta “nuestra naturaleza”, una abundancia de incertidumbres. La relación entre humanos es lo más incierto que podamos experimentar en la vida y, a la vez, ahí está también su grandeza.
Por cierto, nadie todavía tiene la autoría final de explicar cómo aprendemos los humanos, solamente tenemos heterogéneas “suposiciones” con respecto al aprendizaje y cada día surgen nuevas, que son incluso antagónicas entre sí. Hoy en día, “políticamente no es correcto” no utilizar el “método constructivista” en educación. Es el “paradigma” de moda y debemos someternos a sus postulados si no queremos ser considerados “malos educadores”, en el siglo pasado fue el “método conductista”. No me gustan los “Dogmatismos” pues la verdad y el conocimiento están en continúa creación. Y un “maestro” es aquel que puede seleccionar un “método” pertinente para el aprendizaje de su aprendiz y no someter a sus aprendices a “métodos uniformes” porque la “intelectualidad vigente” lo dictamina.
Asimismo, fue el tiempo otro factor que me contrarió, tenía ocho horas para “evidenciar” que mis alumnos/as aprenden. En educación los tiempos son distintos a los de una fábrica de clavos y esto que lo entiendan bien los economistas y tecnócratas. En marzo cuando recibí los curso, algunos parecían “cumpleaños de monos”, me permito utilizar metáforas: no hablaban, rugían; sus mentes eran luces de discotecas y no faros; no estaban conectados al aula sino a sus aparatos tecnológicos; no escuchaban mis instrucciones sino sus canciones; no había comunidad sino individualismo exacerbado. Han trascurrido varios meses y puedo afirmar que hay notables cambios en sus actitudes, aunque no son las óptimas se observa un progreso. Estos logros de la comunidad escolar no fueron instantáneos y sabemos que es una labor diaria que concluirá cuando lleguemos al horizonte. Lamentablemente estos “aprendizajes” no son “evidencias” para el “Portafolio”.
Quizás un factor que más me perjudicó, fue la sobre carga a mi trabajo docente (ya me he referido a este factor anteriormente), pues tuve que renunciar a dos “curso de perfeccionamiento o actualización” que estaba realizando. Trabajo, Portafolio, Familia y Actualización Profesional superaban con creces las 24 horas diarias. Y me vi en la obligación de sacrificar los cursos de actualización profesional, que había iniciado voluntariamente a principio de año, pues no estaba cumpliendo con los plazos y presentaba atrasos en los trabajos, investigaciones, reflexiones y aportes que me exigían. Aunque no pierdo la esperanza de volver a postular el próximo año.
El “Sistema de Evaluación del Desempeño Profesional Docente” no está inserto en la labor cotidiana que un/a profesor/a realiza junto a sus aprendices durante el año escolar, sino que es un trabajo “extra” que los docentes debemos cumplir y “evidenciar” nuestras competencias con aisladas actividades, y además, sobrecargando mucho más nuestro quehacer profesional.
Sé que existen muchas voces que presentan “evidencias” que el sistema no está cumpliendo con su objetivo principal, mejorar la Calidad de la Educación. La Autoridad se cierra a “perfeccionar” el sistema y los detractores extremos se niegan a toda evaluación. En este monólogo de sordos, la gran mayoría de los profesores/as del país se esfuerzan por optimizar sus prácticas pedagógicas y anhelan ser tratados con respeto y dignidad.
Finalmente, considero que este actual sistema de evaluación es parcial, limitado, raro, intruso, estresante y las “evidencias” son manipulables.
No deseo por ahora comunicar mi análisis profundo acerca del sistema de evaluación profesional docente, no obstante, considero inexcusable no expresar mi apreciación que tengo por ahora de la experiencia.
Quiero dejar en claro que es imperioso tener un sistema de evaluación profesional, sin embargo, tengo mis reparos con el proceso que se utiliza hasta ahora para evaluar el desempeño docente.
Uno de los propósitos fundamentales del “Portafolio” es: “presentar la mejor evidencia que dé cuenta de su labor pedagógica”. El objetivo ya presenta una contrariedad, pues no estoy postulando a un concurso ni pretendo asistir a una fiesta de gala o una cita protocolar. Tendré que esforzarme en mostrar “mi mejor cara”.
El proceso de enseñanza-aprendizaje se vive en la cotidianidad, en el quehacer diario del aula entre un profesor/a y el/la estudiante. Me pregunto si una clase, una planificación, un instrumento evaluativo, una reflexión serán suficiente para “evidenciar” mis fortalezas o debilidades en mi desempeño profesional. Personalmente lo dudo, una cosa que he aprendido es que nunca soy el mismo todo el tiempo, por ejemplo, me doy cuenta que a veces tengo clases pésimas y otras magníficas, son tantas las variables que entran en juego en el aula, que incluso si utilizara estrictamente “el método científico” en mi quehacer pedagógico, igual habría clases frustrantes.
Sucede que olvidamos que la educación es un proceso intrínsicamente humano y, como tal, en ella se manifiesta “nuestra naturaleza”, una abundancia de incertidumbres. La relación entre humanos es lo más incierto que podamos experimentar en la vida y, a la vez, ahí está también su grandeza.
Por cierto, nadie todavía tiene la autoría final de explicar cómo aprendemos los humanos, solamente tenemos heterogéneas “suposiciones” con respecto al aprendizaje y cada día surgen nuevas, que son incluso antagónicas entre sí. Hoy en día, “políticamente no es correcto” no utilizar el “método constructivista” en educación. Es el “paradigma” de moda y debemos someternos a sus postulados si no queremos ser considerados “malos educadores”, en el siglo pasado fue el “método conductista”. No me gustan los “Dogmatismos” pues la verdad y el conocimiento están en continúa creación. Y un “maestro” es aquel que puede seleccionar un “método” pertinente para el aprendizaje de su aprendiz y no someter a sus aprendices a “métodos uniformes” porque la “intelectualidad vigente” lo dictamina.
Asimismo, fue el tiempo otro factor que me contrarió, tenía ocho horas para “evidenciar” que mis alumnos/as aprenden. En educación los tiempos son distintos a los de una fábrica de clavos y esto que lo entiendan bien los economistas y tecnócratas. En marzo cuando recibí los curso, algunos parecían “cumpleaños de monos”, me permito utilizar metáforas: no hablaban, rugían; sus mentes eran luces de discotecas y no faros; no estaban conectados al aula sino a sus aparatos tecnológicos; no escuchaban mis instrucciones sino sus canciones; no había comunidad sino individualismo exacerbado. Han trascurrido varios meses y puedo afirmar que hay notables cambios en sus actitudes, aunque no son las óptimas se observa un progreso. Estos logros de la comunidad escolar no fueron instantáneos y sabemos que es una labor diaria que concluirá cuando lleguemos al horizonte. Lamentablemente estos “aprendizajes” no son “evidencias” para el “Portafolio”.
Quizás un factor que más me perjudicó, fue la sobre carga a mi trabajo docente (ya me he referido a este factor anteriormente), pues tuve que renunciar a dos “curso de perfeccionamiento o actualización” que estaba realizando. Trabajo, Portafolio, Familia y Actualización Profesional superaban con creces las 24 horas diarias. Y me vi en la obligación de sacrificar los cursos de actualización profesional, que había iniciado voluntariamente a principio de año, pues no estaba cumpliendo con los plazos y presentaba atrasos en los trabajos, investigaciones, reflexiones y aportes que me exigían. Aunque no pierdo la esperanza de volver a postular el próximo año.
El “Sistema de Evaluación del Desempeño Profesional Docente” no está inserto en la labor cotidiana que un/a profesor/a realiza junto a sus aprendices durante el año escolar, sino que es un trabajo “extra” que los docentes debemos cumplir y “evidenciar” nuestras competencias con aisladas actividades, y además, sobrecargando mucho más nuestro quehacer profesional.
Sé que existen muchas voces que presentan “evidencias” que el sistema no está cumpliendo con su objetivo principal, mejorar la Calidad de la Educación. La Autoridad se cierra a “perfeccionar” el sistema y los detractores extremos se niegan a toda evaluación. En este monólogo de sordos, la gran mayoría de los profesores/as del país se esfuerzan por optimizar sus prácticas pedagógicas y anhelan ser tratados con respeto y dignidad.
Finalmente, considero que este actual sistema de evaluación es parcial, limitado, raro, intruso, estresante y las “evidencias” son manipulables.
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