mayo 19, 2007

Anoche tuve un sueño





Anoche tuve un sueño y al despertar al igual que Segismundo exclamé:

“¿Qué quizá soñando estoy
aunque despierto me veo?
No sueño, pues toco y creo
lo que he sido y lo que soy.”


En el sueño asistía a un seminario de análisis para mejorar los resultados estadísticos del SIMCE y PSU. El propósito era compartir experiencias y estrategias para poder quedar entre los “mejores establecimientos educacionales del país”, según los cánones de la actual sociedad. Todas las ponencias tenían un denominador común: la selección de alumnos/as como procedimiento eficiente y eficaz en el éxito de las pruebas estandarizadas.

Transcribo algunas opiniones de los participantes:

Un Prelado afirmaba que Jesús utilizó muchas veces la selección, por ejemplo, cuando eligió a sus apóstoles y que no habría sido posible la Iglesia si no se seleccionara a sus miembros.

Un Economista dijo que la educación es un bien escaso, por eso solo deben acceder los mejores.

Un Biólogo nos habló de la evolución de las especies y que su avance se ha logrado por la selección.

Un Sociólogo nos informó que desde la cuna existe una diferencia entre los individuos, que no solo es genética sino cultural, y que este fenómeno favorece la posterior selección de alumnos/as.

Un Apoderado expresó que prefería los colegios que seleccionan porque allí están los mejores.

Un Catedrático confesó que era más fácil enseñar a los alumnos/as interesados por aprender que a los díscolos, por eso era necesaria la selección.

Un Deportista argumentó que en los campeonatos siempre concurrían los seleccionados.

Un Estudiante explicó que le gustaba estar entre sus iguales por eso prefería la selección.

Un Rector fue categórico en decir que la única forma de lograr mejorar los índices en las pruebas estandarizadas, era la selección de alumnos/as.

Un Intelectual demostró que la “evidencia” científica evidenciaba la seguridad de la selección.

Un Político leyó un discurso que afirmaba que la selección de alumnos/as, la libertad de enseñanza y el lucro eran las bases para mejorar la educación.

Un Policía nos habló de los delitos y corrupción de la juventud y que era necesaria la selección en los colegios.

Un agricultor confesó que selecciona sus frutas y jamás empaqueta una fruta marchita con las sanas.

Un Juez nos advirtió que la selección debería tener un marco legal para evitar injusticias.

Al final del encuentro, una voz se elevó con fuerza y a todos los auditores nos dijo:

Me dirijo principalmente a los profesores/as porque son los que aún trabajan con seres humanos, muchos otros han perdidos ese contacto. Uds. No pueden entrar a la sala de clase con una actitud pesimista, sin esperanza, sin fe. Cuando están frente a sus alumnos/as no pueden decir ‘no son capaces’ pues desconocen el potencial de su alumno/a y es más honesto afirmar ‘yo no soy capaz’. No tienen derecho de heredar sus propias limitaciones mentales o físicas, pues el desarrollo humano tiende ser ascendente. Un profesor/a tiene que ser libre para dar libertad, con un horizonte amplio e inalcanzable; sin techo mental pues la vida no comienza ni termina en él/ella, ya que nadie puede afirmar ‘es el fin…ya no hay nada más que decir…solo debemos recordar’. El que no ama a su discípulo/a no puede ser maestro/a, más le vale ocupar su existencia en otros menesteres, pues la pedagogía era uno de los elementos más valioso que contenía ‘la caja de Pandora’.

Hubo un silencio silente en el ambiente hasta que se interrumpió por Segismundo que concluyó:

“Luego fue verdad, no sueño;
y si fue verdad (que es otra
confusión, y no menor),
¿cómo mi vida le nombra
sueño? Pues ¿tan parecidas
a los sueños son las glorias,
que las verdaderas son
tenidas por mentirosas,
y las fingidas por ciertas?”

(Pedro Calderón de la Barca: La vida es sueño)



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